La única experiencia “negativa” del viaje fue la impotencia de no poder leer la horrible sensación de ser analfabeto. El inmenso deseo de descifrar esos misteriosos signos, sin poder preguntar ni entender las líneas que me rodean...
Japón es más que electrónicos, sashimi, amuletos sintoístas y templos budistas. No vi por allí mangas, animes ni haikus. En compensación, caminé por el piso ruiseñor en uno de los palacios del Shogun Togugawa!
En el segundo día estaba yendo al ofurô colectivo con la naturalidad de quien va a la playa; en el tercer día comer arroz con nabo en el desayuno parecía lo correcto. En el tercer día estaba comiendo pescado crudo y afirmando ser oishi (delicioso).

Siguiendo el sendero de los cerezos descubrí el furoshiki, una especie de origami de tela usado en los tejidos para diversos propósitos: envolver regalos, llevar comida caliente, botellas usadas como cantimplora y hasta como bolsa. ¿Cómo no irar a un pueblo que de arroz, té verde y flores hace de todo, de papel y dulces?
Alimentación
El paladar occidental choca con la cocina japonesa. Al comienzo de la primera semana, miré a mi alrededor, disimuladamente, buscando un pan de queso ... pero terminé notando la diferencia en el cuerpo: más disposición, mejor digestión, sensación de plenitud y bienestar.
Esta dieta exótica no me hizo correr al supermercado en busca de ingredientes ni buscar recetas en Google, pero me inspiró a caminar, meditar y apreciar la belleza singular de las montañas rodeadas por el mar bravo.
El comentario más gracioso estuvo a cargo de nuestra guía. Ella nos habló de los japoneses centenarios y de la baja tasa de natalidad, menos de dos hijos por pareja. En Japón todo es de excelente calidad y caro; el costo de criar a un hijo debe asustar. Ahí la guía remata el asunto con un comentario desafiante a la lógica:
- El japonés no muere pero tampoco nace, ¿verdad?
Para ser mejor, solo con letreros, mapas y carpetas escritos en otros idiomas. No entendía su acento inglés monosilábico, y mi acento francés no me ayudó a que me entendieran, ¡pero los japoneses son excelentes para imitar! Con gestos, crucé dos islas y logré llevarme bien con los comerciantes. Voy a sugerirle a la ONU que deje de lado el esperanto para siempre. En mi opinión, el lenguaje universal que puede unir a nuestra Babel será el lenguaje de signos.
Una advertencia final: no creas a nadie que te diga que puedes ver el monte Fuji desde cualquier lugar de Tokio y perfectamente desde lo alto del mirador Skytree. ¡Mentira! Fuji-san, como se le llama cariñosamente, se escondía entre las nubes que rodeaban la capital. Se convirtió en una montaña, se escapó... Los japoneses están solos, yo estoy solo, por eso me sentí tan bien allí. Tengo la intención de volver. El otoño espera... Dewa mata...
Escrito por: Sonia Regina Rocha Rodrigues